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Rubén Osuna

Un ataúd para la universidad española

Cabrera insiste en el "consenso", que en el caso de la universidad española es como tratar de consensuar con la mafia municipal marbellí su relevo.

El reciente relevo de María Jesús San Segundo al frente del Ministerio de Educación ha incrementado mi preocupación por el futuro de la universidad y la investigación en España. No es que la ministra saliente me tranquilizara especialmente, pero que los rectores aplaudan el cambio es un mal síntoma.

Pero hay más. El perfil de su sustituta, Mercedes Cabrera, no hace sino aumentar la intranquilidad y el pesimismo. Los rectores han hecho notar su malestar por la gestión de San Segundo, a la vez que presionan a la ministra entrante para que acelere la reforma de la Ley Orgánica de Universidades aprobada a finales de 2001, en tiempos del PP. En efecto, había indicios de un proyecto de reforma razonable de la ministra anterior, y de una reacción muy negativa de los capos rectorales. Además de eso, parece que el escozor se debe a la gestión de la política científica y tecnológica, en el sentido de que en el reparto de recursos algunos no han pillado, pensando que tienen derecho a todo lo que se reparta en la universidad.

En la universidad hay una lucha desatada por los recursos y el poder. No sé hasta qué punto el cambio de ministras responde sólo a eso, pero sí parece evidente que la nueva ministra tendrá trabajar en ese escenario, bajo presión.

Cabrera insiste en el "consenso", que en el caso de la universidad española es como tratar de consensuar con la mafia municipal marbellí su relevo. Viniendo de una persona que lleva toda su vida en la universidad, esas llamadas al "buen rollito" son para preocuparse muy seriamente.

El estado de descomposición de la universidad es tal que sólo una reforma impuesta desde arriba, y peleada día a día durante al menos una década, podría regenerarla.

Resulta triste leer en la prensa cómo los becarios repatriados, investigadores de primera línea que se forman fuera y vuelven a nuestro país con una beca, reclaman una solución a su situación desesperada: acabada la beca van a la calle (lo mismo se puede decir de las becas de formación de personal docente e investigador). No son contratados en una universidad porque éstas no los quieren. Las universidades en España no son centros de investigación, y no quieren serlo. No sé lo que son, pero centros donde se investiga desde luego no. No es ya un problema de endogamia, es que el académico brillante irrita y molesta; pone en evidencia. Por eso no es mejor la situación del profesor universitario que, desde dentro, quiere hacer una carrera académica normal, o lo que se considera normal en países más civilizados.

Un compañero de mi universidad me decía: "aquí te pagan por no pensar, y si piensas a lo mejor ni te pagan". No he conocido mejor divisa.

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