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Alberto Recarte

¿Hasta cuándo?

Muchas personas, amigas y lectores, me preguntan, igual que a todos los economistas que conocen, ¿hasta cuándo?

Este es el primer artículo de una serie de tres en los que se divide el ensayo que Alberto Recarte ha escrito sobre la situación de la economía española. El texto consta de cinco epígrafes.  

I. Introducción
II.
Un breve repaso a los fundamentos de nuestro modelo de crecimiento
III. Otros ejemplos de países con largos ciclos de crecimiento
IV. La Formación Bruta de Capital en España
V. El final del ciclo expansivo

En esta primera entrega incluimos los tres primeros puntos del análisis de Recarte.

I. Introducción

La gran novedad de la economía española es que continúa creciendo a tasas superiores al 3% del PIB. Con tremendos desequilibrios, en concreto con una falta de ahorro nacional cercana al 7% del PIB, un enorme déficit comercial, una fortísima inflación (3,9% en marzo de 2006) y con los precios de todos los activos (la vivienda en primer lugar, pero también la tierra), disparados. Y ni siquiera la subida del precio del petróleo –si se mantiene en torno a los 70 dólares el barril en promedio para 2006– frenará sustancialmente el crecimiento, aunque habría que pagar más al exterior, entre 5.000 y 10.000 millones de euros más, lo que supondría más del 1% del PIB, en el peor de los casos, si se mantiene el mismo nivel de consumo. Si eso ocurriera, el sector exterior restaría más al crecimiento, pero el modelo aguantaría. Mucho más de lo que todos esperábamos. Y aunque no es el único riesgo que acecha a nuestra economía, sí es uno de los más llamativos. Nuestra economía es ya muy grande –en 2006 alcanzará los 970.000 millones de euros de PIB– y es muy fuerte, pero también muy frágil.

Muchas personas, amigas y lectores, me preguntan, igual que a todos los economistas que conocen, ¿hasta cuándo? Yo he vuelto a repasar los datos que tenemos y me ha sorprendido el enorme esfuerzo inversor que estamos haciendo los españoles. Es verdad que no ahorramos lo suficiente, pero también lo es que invertimos más que casi nadie. No sé si invertimos todo lo que deberíamos en bienes de equipo, no sé si compramos los bienes y servicios que servirán para mejorar que nuestra productividad en un futuro, no sé si fiarme de los datos del Instituto Nacional de Estadística, revisados una y otra vez para tener en cuenta el aumento de la población y del empleo, pero, con tal de que se acerquen a la realidad, podríamos concluir que la economía española quizá siga creciendo más tiempo de lo que yo mismo había aventurado en los últimos años. Y lo digo ahora, cuando creo que son más numerosos los que afirman, posiblemente con razón, que es imposible que la expansión continúe con los desequilibrios que tenemos y que, lejos de moderarse, se agudizan. Y probablemente acertarán y los desequilibrios nos estancarán en el corto plazo, en contra de lo que yo opino en este momento.

II. Un breve repaso a los fundamentos de nuestro modelo de crecimiento

a) Las reformas estructurales

Entre 1992 y 2002, en apenas diez años, se controló el gasto público, se equilibraron las cuentas públicas, se rebajaron algunas prestaciones sociales, se hicieron reformas en el mercado de trabajo, se privatizaron casi todas las empresas públicas, se pactó una cierta moderación salarial con los sindicatos y se hicieron dos reformas fiscales que redujeron los impuestos directos.

b) El descenso de los tipos de interés

Simultáneamente, las cuatro devaluaciones del 92 al 94 no fueron seguidas de inflación a corto plazo, lo que permitió recuperar nuestra competitividad en el exterior y se produjo una reducción drástica de los tipos de interés. Sigo creyendo que el descenso de nuestros tipos de interés no fue causado por nuestra entrada en el euro, sino por las reformas y la seriedad de la política económica a partir de 1996 y que, en cambio, el euro sí es responsable de la reducción absurda de los tipos de interés a los niveles actuales, que propician un consumo y una inversión excesivos, además de provocar la subida de los precios de todos los activos de la economía. Concretamente, el altísimo precio de la vivienda está provocado por los bajos tipos de interés del euro, mucho más que por cualquier otro factor, como podría ser la regulación del mercado del suelo urbano que, es obvio, también influye poderosamente en los precios.

c) El aumento del empleo

Además de las reformas estructurales, de la reducción del gasto público hasta el 40% del PIB y del descenso de los tipos de interés, se produjo otro fenómeno: un aumento espectacular de la oferta de mano de obra; en primer lugar, de desempleados españoles, que en 1994 eran casi 4 millones; en segundo lugar, de inmigrantes de todo el mundo, pero especialmente latinoamericanos; y, en tercer lugar, de mujeres españolas, preparadas y productivas, a las que la llegada de inmigrantes las permite trabajar fuera del hogar. En empleo hemos pasado de 12 millones de personas ocupadas en 1994 a 19,4 millones en 2006. Es un aumento asombroso que, al tiempo que nos ha hecho crecer, ha desequilibrado nuestros patrones históricos de comportamiento, hasta el punto de que resulta muy difícil hablar de la economía española hoy en comparación con la que existía a principios de los noventa.

d) La financiación de la expansión

Reformas, bajos tipos de interés, oferta de mano de obra y, finalmente, e imprescindiblemente, capitales dispuestos a financiar la expansión resultante. El prestigio de España, hasta la desgracia de la elección de Rodríguez Zapatero como presidente del gobierno, la solidez y solvencia de nuestro sistema financiero y la abundancia de fondos de inversión y de liquidez fuera de España, se han combinado para que haya sido posible que no falten capitales para financiar a las empresas que dan empleo, en España, a españoles e inmigrantes.

III. Otros ejemplos de países con largos ciclos de crecimiento

a) Las crisis de países con crecimientos desequilibrados

No hay, con la excepción de China, ejemplos de países en vías de desarrollo que hayan logrado mantener un crecimiento continuo, sin caídas bruscas de la actividad, cuando se han producido desequilibrios internos como los que afectan, hoy, a la economía española. Ni siquiera los llamados tigres asiáticos aguantaron el cóctel de déficits de ahorro, de balanza comercial y de servicios, de inversiones excesivas –orientadas políticamente en muchos casos–, a los que se sumó, en un momento del proceso expansivo, la insolvencia del sistema financiero por la falta de rigor en la concesión de créditos, tanto para consumo como para inversión. Y para completar la mezcla explosiva permitieron, también, elevadas tasas de inflación, y déficits crecientes en sus cuentas públicas. Ni Corea, ni Tailandia, Malasia o Indonesia aguantaron los desequilibrios. En un momento determinado, los excesos se pagaron en pérdida de valor de la moneda local, enormes deudas públicas, altísimos tipos de interés, crisis económica, retrocesos del PIB y un durísimo reequilibrio que se saldó con desempleo y pobreza.

b) El crecimiento de China

Sólo China sigue manteniendo una expansión, que dura ya más de veinte años, a ritmos altísimos. En China confluyen reformas estructurales, inversiones extranjeras, equilibrio de las cuentas públicas, enorme oferta de mano de obra y unas elevadísimas tasas de ahorro e inversión en relación al PIB. Muchos de esos factores están también presentes en la economía española. China y España coinciden en las altísimas tasas de inversión, aunque la china sea mucho mayor que la nuestra. Por el contrario, China tiene un sistema financiero desastroso, insolvente y que se está equilibrando, ahora, al mejorar la calidad de sus créditos al haber podido seguir creciendo a esas altísimas tasas, mientras España goza de un excelente sistema financiero, probablemente uno de los mejores del mundo; por otra parte, China es capaz de ahorrar mucho más que España, y de mantener, en consecuencia, un superávit en su balanza por cuenta corriente, mientras, en España, se profundizan los desequilibrios en los precios y en el sector exterior.

c) El ciclo australiano

Entre los países desarrollados, con la excepción de Irlanda, sólo dos, Estados Unidos y Australia, han sido capaces de mantener ciclos expansivos tan largos como el español, por más que Estados Unidos pasara por una situación de escaso crecimiento en el periodo 2000/2002. En Australia, la parte expansiva del ciclo dura ya tanto como en España; soporta, continuadamente, un desequilibrio del sector exterior –un déficit de ahorro– parecido al español, si bien no tan grave. La inmigración es importante. Los tipos de interés bajos. El precio de los activos, en particular viviendas, muy alto. La diferencia con España se manifiesta en el sector exterior que, aunque en claro déficit, fluctúa, pues las exportaciones de materias primas se traducen en crecimientos de ingresos muy elevados. Por su parte, el sector de la vivienda ha sufrido ya un ajuste de precios, que ha afectado al crecimiento, reduciéndolo. Pero su expansión, con esos altibajos y esos desequilibrios y una alta inflación, aunque más baja que la española, continúa.

d) El milagro norteamericano

El caso de Estados Unidos es igualmente interesante. Une, al desequilibrio en la balanza de pagos, con un déficit por cuenta corriente que en los tres últimos años ha sido, respectivamente, del 4,6%, 5,6% y 6,2%, una alta inflación –alrededor del 3,5%–, una fuerte inmigración, bajos tipos de interés –hasta hace aproximadamente un año y medio–, altos precios de la vivienda y fácil financiación del consumo a través de facilidades crediticias con garantías en el creciente valor de las viviendas. Por el contrario, el déficit público es de entre el 3% y el 4% y en España hace años que nos movemos en el equilibrio. Por otra parte, aunque invierte mucho menos que España, lo hace en sectores tecnológicamente muy avanzados, lo que le permite un altísimo crecimiento de la productividad, entre el 2% y el 2,5% anual mientras en España es de sólo el 0,3%, en el mejor de los casos. Para desesperación de los economistas progresistas, el crecimiento del PIB norteamericano se mantiene muy fuerte, por más que se espere una reducción del precio de la vivienda, y ello acarree un efecto riqueza negativo y menores facilidades crediticias; aunque ahora no se habla de que la economía vaya a dejar de crecer, sino de que su ritmo de expansión se va a reducir, después de que en el primer trimestre de 2006 haya registrado una aceleración del crecimiento hasta el 4,8% en términos anuales.

Tres casos, pues, China, Australia y Estados Unidos, entre los países grandes, que son capaces de mantener un ciclo expansivo más allá de lo que todos habríamos esperado. España sería el cuarto país.

e) La importación de la globalización y la abundancia de capitales

Creo que, en todos los casos, se trata de países que se están beneficiando de la globalización, de los bajos tipos de interés, de un aumento más o menos sustancial de la oferta de mano de obra y de un enorme incremento de la capacidad de financiar la expansión, por la existencia de una gran liquidez internacional y de un sistema financiero que permite capitalizar adecuadamente ese proceso expansivo. En cualquiera de esos cuatro países, si fallara la financiación internacional, que no es otra cosa que la expresión de la confianza en el sistema político y jurídico que sea, la expansión disminuiría, hasta desaparecer, lenta o bruscamente, según el comportamiento del resto de las variables económicas.

En China, hace ya muchos años que la inversión directa extranjera, con volúmenes superiores a los 60.000 millones de dólares anuales, contribuye a la modernización y al crecimiento de la economía y compensa los déficits de ahorro que antes se producían y hoy han desaparecido. En Australia, la confianza en un auténtico continente, con buen nivel educativo, abundancia de materias primas y una inmigración importante, tampoco hay problemas para financiar los déficits de ahorro. En Estados Unidos, la confianza en la economía mayor y más flexible del mundo, en su poder hegemónico, en su productividad, en su capacidad de corregir desequilibrios, demostrada una y otra vez en el tiempo, permiten financiar cualquier tipo de déficits de ahorro nacional. De hecho sería posible reequilibra con cierta rapidez sus cuentas exteriores, si el tipo de cambio del dólar se debilitara más de lo que ya lo ha hecho, pero ese ajuste no se produce porque la mayoría de los países –con la excepción del área euro– manejan su tipo de cambio y ninguno quiere perder competitividad frente a la economía norteamericana. De España ya hemos hablado, pero volveremos a hacerlo, porque hay menos razones que en esos países para que se continúe financiando y capitalizando tan fácilmente la expansión; si bien España, con su sistema financiero eficiente y solvente, les sigue pareciendo a todos los prestamistas e inversores internacionales un riesgo perfectamente asumible, a pesar de los nubarrones que empiezan a formarse por decisiones puramente políticas, como la ruptura de la unidad política y el desprecio a la Constitución de 1978.

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