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Eduardo Pedreño

El abrazo del oso

Microsoft ha decidido optar por la táctica del abrazo del oso, que ya utilizara con Stacker muchos años atrás: consiste en acercarse al enemigo, abrazarlo como si fuera un amigo... y acto seguido apretar, apretar y apretar hasta matarlo por asfixia.

Desde que el mundo del software es mundo Microsoft ha aplastado a sus competidores y se ha impuesto de manera incontestable en el mercado, convirtiéndose en un monopolio de facto en sistemas operativos y suites ofimáticas. La empresa de Gates no ha escatimado esfuerzos a la hora de librarse de los competidores, ya fuera comprándolos, utilizando su monopolio en sistemas operativos, copiando descaradamente su tecnología o compitiendo agresivamente en el mercado. Ya fuera con tácticas legítimas o ilegítimas, Microsoft ha conseguido un dominio inigualable en el mundo del software. Al menos hasta que llegó Internet, y el sistema operativo Linux empezó, lenta e imperceptiblemente, a hacerse valer en el mundo corporativo.

En los últimos años Linux ha evolucionado de manera espectacular. Primero, gracias al esfuerzo de miles de programadores que han hecho avanzar el sistema operativo libre hasta cotas inimaginables. Segundo, gracias a todas las empresas que han apostado por él: IBM , RedHat, Oracle, Novell o Mandriva, entre otras. Algunas de ellas auténticos gigantes que han visto en el sistema operativo del pingüino la oportunidad de plantar cara al aplastante monopolio de Microsoft. Y lo han conseguido. En los últimos cinco años la empresa de Bill Gates ha intentado competir con Linux con aquellas tácticas que tan bien funcionaron en el pasado, pero han tenido escaso éxito. Primero intentó sembrar la duda sobre las capacidades reales del sistema operativo. El sistema descentralizado del software libre, dependiente en trabajo voluntario (para una parte del sistema operativo, todo sea dicho), se pintaba desde Redmond como una pandilla de descamisados jugando a hacer software. Se encargaban estudios "imparciales" y muy bien pagados por Microsoft que demostrasen empíricamente que Linux era más inseguro, o más caro, o más inestable, o menos potente que su homólogo Windows. Microsoft ayudó económicamente de manera descarada a SCO en el pleito que le enfrenta –aún hoy– con IBM sobre el copyright de Linux, un caso que le va a costar la existencia a SCO porque no era más que un movimiento más de Gates contra el enemigo.

El problema surge de enfrentarse a un enemigo tan amorfo como Linux: no lo pueden comprar, porque Linux es libre, si compran una empresa quedarán otras muchas, y aún comprando todas mañana podría surgir otra distribución de Linux competidora. La libre competición en el mercado es arriesgada, porque Linux tiene muy buenos argumentos en el campo de los servidores para enfrentarse a Windows 2003. Es difícil competir por precio, dado que miles de empresas utilizan versiones gratuitas de Linux, y las más grandes contratan servicios de soporte con las grandes empresas más económicos que los de Microsoft para sus sistemas operativos. Que Linux está creciendo es un hecho difícil de discutir, y en Microsoft lo saben aunque no lo reconozcan.

Así que Microsoft ha dado una vuelta de tuerca más a su indudable conocimiento del mercado y ha decidido optar por la vieja táctica del abrazo del oso, que ya utilizara con Stacker muchos años atrás de otra manera: básicamente consiste en acercarse al enemigo, abrazarlo como si fuera un amigo... y acto seguido apretar, apretar y apretar hasta matarlo por asfixia. Con Stac Electronics firmó acuerdos para licenciar la tecnología (que luego nunca se concretaron en un pago), consiguió acceso al código fuente, lo copió y lo incorporó a MS-DOS. Stac se hundió y años después Microsoft fue condenada a pagar 120 millones de dólares.

Semanas atrás Microsoft alcanzó un acuerdo con Novell, dueña de la popular distribución SUSE Linux, en virtud del cual la distribución de Novell se convierte en la "preferida" de Microsoft, el gigante de Redmond renuncia a reclamar infracción de patentes a Novell y ambas empresas intercambian dólares en concepto de licencias y entierran el hacha de guerra que mantenían desde hace diez años por otras cuestiones. El movimiento empresarial de Microsoft es brillante, y el de Novell es absolutamente contraproducente.

El acuerdo, aparte de clavar la estaca definitiva en el cadáver de Unix, fundamentalmente refuerza la posición de Microsoft en todo este asunto. Microsoft valida una distribución Linux y deja fuera al resto. Steve Ballmer tardó pocos días en afirmar que Novell había compensado a Microsoft por las infracciones de propiedad intelectual de Linux y que quien no usase Linux era poco menos que un usuario ilegal del sistema competidor. Tuvo que retractarse, pero eso poco importa. Las intenciones de Microsoft han quedado claras.

La comunidad linuxera respondió de forma airada, desde la reacción de las grandes figuras a las iniciativas tomándoselo un poco a broma, toda la comunidad compartía cierta preocupación porque Microsoft se hubiera metido en su campo. El miedo de Microsoft cada vez que tiene que competir a golpe de innovación es quedarse atrás, dado que su propia capacidad de innovación es limitada (como prueba su constante tendencia a copiar, eso sí, con enorme acierto). Si su reciente movimiento muestra algo es que el gigante tiene miedo, sabe que tiene mucho que perder si no da los pasos correctos y todas sus iniciativas contra Linux hasta la fecha han fracasado. El abrazo del oso puede funcionar o ser otro fracaso más (algo que el tiempo y la nueva licencia GPL3 dirán), pero al menos algo nos ha quedado meridianamente claro: Microsoft ya ve Linux como una muy seria amenaza a su dominio de los sistemas operativos. Por si nos cabía alguna duda.

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