Como se ha dicho, la nueva estrategia de Bush ni es nueva ni es estrategia. Pero pone de manifiesto algo cada vez más raro en nuestras democracias: la determinación de un gobernante frente al ambiente cultural y periodístico. ¿Qué es lo que pone de manifiesto esta situación? La respuesta de Bush al informe Baker ha sido importante, más que por el contenido, estratégicamente simple y nada novedoso, por la actitud política de la Casa Blanca; la campaña en Irak debió librarse con los medios necesarios, y quizá aún se esté a tiempo de proporcionarlos.
Esta necesaria determinación ha sido la gran crítica neoconservadora a Bush, que ahora, en parte, el presidente parece atender. Y es que lo cierto es que el movimiento neoconservador es menos movimiento de lo que se podría suponer. Lo que diferencia a los neoconservadores de sus compañeros de viaje es el rechazo al utilitarismo, al pragmatismo y al simple ocasionalismo. La defensa de la democracia, del Estado de Derecho o la lucha contra la tiranía no dependen ni de encuestas ni de intereses. Ni de los de sus oponentes.
En Washington, le toca a Bush enfrentarse con los vientos pacifistoides de los demócratas y el electoralismo de algunos republicanos más atentos a su escaño que a las bombas en Bagdad. ¿Y en España? La victoria electoral demócrata y el informe Baker dieron alas a quienes en la izquierda española veían el fin de su gran Satán, y descolocó a quienes en la derecha tiemblan ante los gritos histéricos de la izquierda progresista; la del No a la Guerra, Chavez, Ahmadineyad y Fidel Castro. O sea, Zapatero ERC, IU, Almodóvar y Sabina. Aquellos que buscan enterrar electoralmente a la derecha y al Partido Popular de por vida, y que celebran las desgracias norteamericanas tanto como lamentan las de las tiranías y dictaduras del mundo.
En estas andaban cuando recibieron jubilosos la noticia del resultado demócrata en Estados Unidos y el resultado del informe Baker. Tan alto ha tocado el orfeón mediático de la izquierda la marcha fúnebre para los neocon, que algunos en la derecha han sentido pánico y cedido a la tentación de pedir perdón por lo que Zapatero les dice que es pecado. Comportándose como socialistas, algunos conservadores creen librarse del supuesto estigma del 11-M, de Irak y de Bush. Hasta que éste último ha decidido recuperar parte del ideario neocon, dejando a la izquierda atónita y a cierta derecha, que aboga por el utilitarismo y el simple pragmatismo, fuera de juego.
Cuando unos celebraban el fracaso neocon y otros disimulaban para librarse del oprobio de los primeros, he aquí que los neocon regresan de la tumba para demostrar que la guerra contra el terrorismo en Irak y en el resto del mundo aún puede ganarse, como siempre ha defendido la derecha española. ¡A ver si, después de todo el trabajo empleado en hacer a la derecha abominar de sí misma, no están tan muertos! Que miedo, ¡vuelven los neocon!