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EDITORIAL

Lo que los navarros quieren

La resistencia de los navarros y los españoles a una trama de cambio de régimen cada día más evidente está siendo épica, ejemplar, digna de los manuales de Historia y la instrucción patriótica y moral de los españoles del futuro

Una vez más, miles de personas se han manifestado en la calle para exigir al Gobierno una política sin concesiones al terrorismo. Si el pasado 10 de marzo fue contra la excarcelación de Ignacio de Juana, este sábado ha sido para advertirle que el fuero de Navarra, su independencia como comunidad española y constitucional, es intocable.
 
La situación de España, con la población dividida por el único programa del Gobierno (apaciguar a ETA) y una clara mayoría que, según todas las encuestas, desaprueba sus medidas y las interpreta como una cesión al terrorismo, debe de estar causando perplejidad en el mundo, como así lo sugieren las últimas aproximaciones de The Wall Street Journal y The Economist a la crisis nacional. En ambas, queda de manifiesto que la impostura de José Luis Rodríguez Zapatero empieza a desenmascararse para los observadores internacionales. Hay medios de referencia que desconfiaron desde el principio, como el Journal, y otros, como The Economist, que empiezan a abrir los ojos después de haber creído en su falso buen talante.
 
La incesante movilización cívica, un fenómeno sin precedentes en la etapa constitucional, está llevando a los ojos de la opinión pública internacional la imagen fiel de una España enervada por un Gobierno insensato, al que parecen mover el rencor, el radicalismo y una sed corrosiva de poder que le lleva a encomendarse a los terroristas.
 
Navarra es la clave de lo que quiera que Rodríguez Zapatero trama con ETA. Y no será porque el presidente ha sido claro en este asunto, sino porque los terroristas lo han dejado sentado de una vez por todas: “Sin Navarra, no queremos nada, nada”, dijo Arnaldo Otegi recientemente, a modo de aviso a navegantes. Bajo ningún concepto puede Zapatero atender la demanda de claridad que le ha formulado en las calles de Pamplona una abundante representación de la mayoría del pueblo navarro. Si lo hiciera, se condenaría a sí mismo ante los terroristas, y eso es algo que ya no se puede permitir, a estas alturas, estando como está a merced de los asesinos. Se ha abalanzado sobre las llaves de la cárcel para abrirlas y que salga un sanguinario criminal como De Juana, apenas dos meses después de que ETA matase a dos personas en el aeropuerto de Madrid y menos de un mes después del asesinato de una tercera víctima por el llamado terrorismo callejero, que no es otra cosa que terrorismo a secas.
 
¿Qué no hará con Navarra, bajo esa fórmula aparentemente impecable de que “Navarra será lo que los navarros decidan, conforme a los Fueros y a la Constitución”?.
 
Una obviedad que encubre el auténtico y escandaloso silencio de su discurso: ¿Pactará su partido con los que  van a unirse tras las elecciones para echar a UPN del Gobierno y consumar el plan de Batasuna-ETA de una nueva comunidad autónoma vasco-navarra? ¿Aceptará Rodríguez Zapatero gobernar junto a los que quieren que Navarra deje de ser Navarra? ¿Qué hará cuando la banda terrorista apremie a crear una mesa de partidos de espaldas al parlamento navarro, o quiera superar la fase transitoria para pasar directamente al derecho de autodeterminación (que es, no se olvide, el origen y el fin de toda la negociación PSOE-ETA)?
 
La resistencia de los navarros y los españoles a una trama de cambio de régimen cada día más evidente está siendo épica, ejemplar, digna de los manuales de Historia y la instrucción patriótica y moral de los españoles del futuro. Poco más puede hacer la sociedad para empezar a dejar atrás esta etapa desdichada. Poco más, salvo seguir resistiendo, alerta, en la calle, desde cualquier tribuna y, por supuesto, votando.
 
En Mayo próximo, en Navarra, empezará a verse un poco más claro el futuro de España. Por desgracia, no es seguro que lo que se divise para entonces sea un horizonte de libertad, pero la tenacidad vitalista y candorosa con la que la  España resistente ha vuelto a ponerse en pie, una vez más en su historia, frente a sus enemigos, invita a mantener la esperanza en que la Nación, a la larga, se salga con la suya. De momento, el movimiento cívico ya ha conseguido que una parte de la Opinión internacional repare y se preocupe en las serias anomalías de un Gobierno y una democracia que creían homologados con los del resto de Europa.

En España

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