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Ignacio Villa

Récord en corrupción

Con Felipe González hubo que esperar tres legislaturas para que los casos empezaran a saltar a las portadas de los diarios; con el actual presidente del Gobierno no ha hecho falta esperar más que tres años.

Algo más de tres años lleva Rodríguez Zapatero en el poder, tres años en el Gobierno en los que ha quemado etapas a un ritmo auténticamente vertiginoso. Lo ha hecho en todos los terrenos, sin pararse ante ningún límite, logrando poner patas arriba toda la estructura del Estado, la Constitución, la transición, la educación, la familia y la lucha contra el terrorismo. Desde que llegó a La Moncloa, Zapatero no ha cejado en su empeño de avanzar en sus dos grandes objetivos: cambiar el modelo de Estado y cambiar el modelo de sociedad. Lo que el presidente del Gobierno no tenía previsto en su guión, elaborado desde la prepotencia, era la irrupción en su propia casa de la corrupción, esa vieja lacra de su partido.

Además, la corrupción ha aparecido en dos frentes. Por un lado, en Ibiza, salpicando directamente a Pepe Blanco, secretario de Organización del PSOE; y luego en la propia Moncloa implicando directamente a la Oficina Económica del presidente del Gobierno, que está a las órdenes directas de Zapatero. La revelación de Manuel Conthe sobre los informes elaborados en esa oficina contra el presidente del BBVA para defenestrarlo de su cargo ha dejado contra la pared a Miguel Sebastián. El antaño desconocido candidato a la Alcaldía de Madrid por parte del PSOE ha sido colocado en el escaparate como el gran impulsor de la corrupción en la etapa Zapatero. Encima, Sebastián ha decidido ocultarse suspendiendo su agenda durante dos días para quitarse del medio. Quizá piensa que así va a engañar a los españoles, pero a estas alturas poco margen hay para ello. Con semejante torpeza, Sebastián sólo ha provocado que crezca la expectación y ha confirmado con su silencio las acusaciones de corrupción vertidas por el anterior presidente de la Comisión Nacional del Mercado de Valores.

Además, por si no había suficiente, el vicepresidente Solbes ha proferido en veinticuatro horas tres versiones distintas sobre los hechos, en uno de los ridículos políticos más sonoros que se recuerdan. Solbes, a quien Sebastián le ha hecho la vida imposible, ahora tiene que defenderlo cuando más hundido está. Resulta patético ver en esta situación a un vicepresidente noqueado y groggy.

Lo que está claro es que Zapatero ha sido un presidente precoz también en la corrupción. Con Felipe González hubo que esperar tres legislaturas para que los casos empezaran a saltar a las portadas de los diarios; con el actual presidente del Gobierno no ha hecho falta esperar más que tres años. Y sólo conocemos la punta del iceberg. Con Sebastián ha llegado el escándalo, pero seguro que es sólo el principio de una larga lista. Es cierto que ya nunca podrá aspirar al cargo de vicepresidente económico, que era su gran ilusión, pero es que si no se retira tiene asegurados unos resultados desastrosos en Madrid. A estas alturas, después del largo felipismo, si hay algo que no aceptan los españoles que los políticos piensen que pueden hacer lo que les dé la gana. Y lo de Sebastián no es de recibo.

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