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Alicia Delibes

Recogiendo velas y velos

Según contaba el sábado el periódico ABC, el ministro del Interior francés, Nicolas Sarkozy, ha anunciado en una entrevista al diario francés Le Figaro que cerrará las mezquitas en las que se predique el integrismo y que expulsará a los imanes que sostengan discursos radicales. Se considera que ya son cerca de cinco millones los musulmanes que viven en Francia y Sarkozy comprende “la necesidad del diálogo” con esta comunidad pero no está dispuesto, asegura, a “negociar con radicales”.

Aunque no es la primera vez que Sarkozy lanza amenazas al integrismo musulmán, yo me temo que esta decidida actuación del ministro del Interior llega demasiado tarde para Francia. En 1989 una ley autorizó a los escolares, en nombre de la libertad de conciencia, a que llevaran en sus ropas o en sus cuerpos cuantos signos religiosos desearan con tal de que no se hiciera de ellos ostentación ni se hiciera proselitismo. Pasados 15 años, la situación se ha vuelto intolerable. Como parecía evidente, los padres de niñas musulmanas obligaron a sus hijas a llevar velo a la escuela haciendo de ello ostentación y con la intención de propagar el integrismo religioso entre la población inmigrante musulmana.

La mayor parte de la izquierda francesa, que en el 89 quiso hacer gala de su sentido de la pluralidad y de la tolerancia permitiendo lo que, según decían, eran usos y costumbres de gentes de otra cultura “tan respetable como la nuestra”, se lleva ahora las manos a la cabeza y busca soluciones “por las buenas”, como decía el conocido experto y parlamentario europeo socialista, Sami Naïr, la semana pasada en un artículo publicado por el diario El País.

Jean François Revel recuerda la teoría de Giuliani conocida como la de “las ventanas rotas” cuando, en su libro La obsesión antiamericana, hace referencia a los problemas de orden público que están siendo provocados, por pandillas de jóvenes marginados, en barrios parisinos habitados por mayoría musulmana. El que fuera alcalde de Nueva York sostenía que, en un edificio, una ventana con los cristales rotos atrae la atención de golfos y delincuentes y que, por consiguiente, para combatir la delincuencia era necesario tanto castigar al que lanzó la primera pedrada como reparar cuanto antes el efecto de su fechoría.

Esta táctica de no pasar por alto ninguna infracción, por mínima que sea, que Revel considera “esencial para ahogar la delincuencia cuando nace y evitar que se extienda dando origen a esas zonas sin ley” es perfectamente aplicable
al comportamiento de la inmigración musulmana en Francia y en otros países occidentales. En 1989, las autoridades francesas no se atrevieron a reparar lo que era una simple ventana rota. Aquella actitud demagógica, como era de prever, fue interpretada como un símbolo de la “tolerancia” francesa hacia la intransigencia fundamentalista de parte de su inmigración. Ahora, cuando se tiene la sospecha de que entre la población musulmana residente en Francia la ley que rige no es la de la République, sino la del Corán, todos parecen estar de acuerdo en que se tiene que recoger velas retirando velos.

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